jueves, 3 de diciembre de 2009

LA MEMORIA PERDIDA



La memoria perdida


El 14 de diciembre de 2008 asistí a la presentación del documental
“Bucarest, la memoria perdida” de Albert Solé.
El reportaje habla de la vida de su padre, Jordi Solé Tura, político catalán que vivió las consecuencias de ser librepensador en una época en que las personas tenían que pensar como el régimen que les dominaba. El documental va mucho más allá de simple memoria histórica y se adentra en los sentimientos de las personas que lucharon para conseguir un mundo mejor para todos nosotros.
La memoria de Solé Tura está perdida, en este documental su primera esposa Anny nos hace de cicerone por los recuerdos perdidos. Su enfermedad ha hecho que olvide su vida. Siempre con una sonrisa, se extraña cuando le explican hechos muy importantes, como la época que pasó en la cárcel Modelo.
Albert Solé hace un repaso de la vida de su padre, desde su nacimiento en una familia de panaderos de Mollet, su brillante carrera docente y la implicación en el partido comunista que le llevó al exilio en diferentes países como Rumania y Francia. A nivel político, tras la restauración de la democracia, a Solé Tura se le conoce por ser uno de los padres de la Constitución Española, y posteriormente ministro de cultura en el gobierno de Felipe González. Sin embargo, más allá de su biografía política, la presencia del Alzheimer se hace patente a lo largo de todo el documental, presentada siempre desde un punto de vista humano y sutil.
No os he comentado que la abuela de Albert Solé, vive con nosotros en la Residencia.

La Sra. Lola Puig es la madre de la primera mujer de Jordi y nos recuerda los acontecimientos pasados. Nos explica cómo era la vida en el exilio, cómo lucharon por sus ideas.
Esto me ha hecho reflexionar sobre las personas que hemos conocido y que conoceremos en nuestro trabajo, personas que para nosotros son solamente enfermos a los que ha veces tratamos como si fueran niños ya que no se acuerdan de su vida.
Nos hemos preguntado ¿Quién es esta persona a la que estamos cuidando?, esta persona que nos necesita para llevar a cabo las actividades más básicas de la vida.
Ellos no se quejan, no sufren por su enfermedad, pero notan nuestro cariño. Si nosotros les ofrecemos cinco minutos de nuestro tiempo para brindarles una sonrisa, nos lo agradecen. Aunque no entiendan nuestras instrucciones mas sencillas, sí son capaces de percibir nuestro cariño.
No debemos tratarlos como a un paciente sino como a personas con una historia vital que no recuerdan y que está llegando a su fin.
Si en algunos momentos nos mostramos intolerantes con ellos, nosotros como cuidadores debemos analizar sus actuaciones y mostrarnos tolerantes ya que esto mejorará la convivencia.
Tenemos que reflexionar y hablar más, para que en la medida de lo posible podamos recuperar la memoria de todas las personas que conocemos y que van olvidando poco a poco las cosas que han vivido
Otro punto, no menos importante es el papel de la familia que se enfrenta a una enfermedad sin cura posible, recibe un fuerte impacto emocional, es como conocer una muerte anunciada.
En un momento muy emotivo del documental, la actual mujer de Solé Tura, Teresa Eulalia, nos dice que no quiere recordar cómo era su compañero antes de la  enfermedad.
La familia del enfermo está sometida a tensiones extremas, es frecuente que aparezcan sentimientos de culpa, fatiga, desánimo y enojo. En algunos momentos los familiares se ven superados ya que pierden el control de la situación.
En ocasiones cuesta aceptar o entender la enfermedad, cuesta entender qué está pasando con nuestro marido, padre o abuelo que de repente no nos conoce o hace cosas sin sentido. Aunque haga cosas que no podemos entender, aunque alguna vez grite, se enfade e incluso se muestre algo agresivo no debemos olvidar que es su enfermedad lo que le hace actuar así.
Los profesionales nos ocupamos del cuidado y ayuda en las actividades de la vida diaria, le atendemos desde todos los puntos de vista bio-psico-social pero el apoyo afectivo de los familiares no lo puede dar nadie más.
La familia debe enfrentarse a los estereotipos que no son ciertos cuando deciden ingresar a un familiar en un centro residencial. Debe seguir siendo lo más importante para la persona que ingresa, los profesionales no podemos sustituirla y no es cierto que  abandonen a sus familiares por ingresarlos en una residencia.
La familia debe participar e integrase en la vida del centro.
Cuando una persona ingresa en un centro, no empieza una nueva vida, su historia personal continúa, con su pasado, su presente y su futuro. Si que se produce un cambio en la vida de esta persona, cambia de domicilio y aparecen nuevas personas en su vida que le ofrecerán los cuidados que necesite.
El rol de la familia cambiará pero no dejará de ser fundamental para mantener la integridad física y psíquica del residente.
Como comentó Albert Solé en la presentación, el documental le ha servido de “terapia”; “Ha sido la única manera de enfrentarme al largo e interminable adiós que es la enfermedad de Alzheimer".








LAS NUEVAS RESIDENCIAS


LAS NUEVAS RESIDENCIAS

A lo largo de la historia el concepto de residencia geriátrica ha cambiado completamente, los modernos centros geriátricos no tienen nada que ver con el concepto que se tenía hace solo 50 años.
Los antiguos asilos eran centros de alojamiento donde acudían las personas marginadas, con problemas sociales, económicos o sanitarios que no podían contar con el soporte familiar para cuidarlos. Cuando una familia con medios económicos tenia un familiar con algún tipo de trastorno de conducta los recluían en sanatorios normalmente fuera de les ciudades, aislados, escondidos y apartados de la sociedad.
El ingreso en una residencia significaba la retirada definitiva de la vida social, un cementerio en vida donde se vivía el presente ya que no existía futuro. El concepto “asilar” estaba relacionado con el abandono por parte de los hijos. Recuerdo una persona que cuando le comenté que trabajaba en una residencia me comentó “Yo no iré nunca a una residencia porque mis hijos me quieren mucho”. Esta era la idea que tenían las personas mayores, el abandono por parte de sus familias si decidían ingresarlos en un centre geriátrico.
Pensar en una residencia geriátrica era pensar en un lugar tétrico y lúgubre, lleno de personas que chillaban o deambulaban en una sala común al rededor de un televisor.
En la década de los 70, por una necesidad emergente del mercado, comenzaron a proliferar las pequeñas residencias, situadas en pisos espaciosos. Estas pequeñas residencias estaban dirigidas por persones que ofrecían una atención familiar, gran calidad humana y mucha dedicación pero poca profesionalización. El modelo de pequeña residencia está agotando sus posibilidades y tienden a desaparecer ya que la su estructura hace difícil que puedan ofrecer los servicios necesarios.
Actualmente en España solamente el 3,5% de los mayores viven en residencias frente al 12 % de los Países Bajos o el 10% del Reino Unido. Las razones son la estructura tradicional de la familia española y un bajo nivel de las pensiones.  está comenzando a cambiar con la llegada de una generación que ha cotizado mas a la Seguridad Social, que tiene invertidos  sus ahorros en planes de pensiones y disponen de inmuebles de propiedad.
También ha cambiado la idea de lo que significa ir a una residencia geriátrica ya que les personas mayores provienen de una sociedad mas culta, con mayor nivel económico y son mes exigentes.
El nuevo milenio ha producido cambios importantes en nuestra sociedad, la incorporación de la mujer al mundo del trabajo, la baja tasa de natalidad y las familias monoparentales han provocado una transformación de la institución familiar. Si juntamos a este hecho un incremento de la esperanza de vida, nos encontramos con que cada vez más las personas mayores necesitan una asistencia especializada que no puede prestar la familia, independientemente del nivel de ayuda para la realización de les actividades de la vida diaria que necesiten.
El actual ritmo de vida nos impide en ocasiones atender la nuestros familiares de mayor edad, muchas personas todavía piensan que quedarse en el domicilio es la mejor opción sin darse cuenta que cuando se necesita una atención continua, la residencia es la mejor opción.
Los actuales centros geriátricos ofrecen servicios a aquellas persones que necesiten ayuda para  la realización de les actividades de la vida diaria. Mejoran la calidad de vida mejorando aspectos físicos, psicológicos o sociales ofreciendo una atención geriátrica integral que abarca desde les actividades mas básicas de la vida diaria ( higiene, alimentación ...) hasta servicios  especializados de medicina, fisioterapia, psicología, terapia ocupacional....
No retiran a las personas de la vida comunitaria no recluyen y no generan desadaptación ni desarraigo, al contrario ya que aumenta la actividad social y las relaciones familiares se ven favorecidas.
Desde hace algún tiempo nos encontramos con que son las propias personas mayores que deciden convertir la residencia en la su nuevo hogar y se dejan cuidar mientras mantienen su autonomía.
Esta decisión es realiza por diferentes motivos: la convalecencia de alguna patología, el sentimiento de soledad por la viudedad, la imposibilidad de realizar las tareas domesticas o el miedo a sufrir algún contratiempo en el domicilio son algunas de ellas.
Se trata de una nueva generación de personas mayores que con un mayor nivel cultural y adquisitivo desea mantenerse activa y escoge las comodidades, el buen servicio y las atenciones socio-sanitarias que les brindan estos nuevos centros.
Las actuales residencias suponen una mejora cualitativa ante las tradicionales; son amplias y permiten atender tanto a residentes validos como a incapacitados que necesitan unas atenciones específicas. Cuentan con personal cualificado con la formación técnica adecuada para  atender a los usuarios. Les funciones de estos centros modernos son preventivas, rehabilitadoras, terapéuticas y paliativas dependiendo del grado de atención que necesiten los usuarios.
Es fundamental escoger correctamente el tipo de residencia, por esto es conveniente realizar algunas visitas antes del ingreso, valorando  su ubicación y sus instalaciones, que han de ser amplias y luminosas. Hay que comprobar el aspecto y las actividades que están realizando en ese momento ya que nos dará una idea sobre la calidad del servicio. Hemos de preguntar el nombre de personal que atiende a los residentes tanto de gerocultoras como médicos, enfermeras, fisioterapeutas etc..

Indicios de calidad:

  • Les instalaciones son amplias y luminosas. Existen salas comunes sin aglomeraciones y se disponen de salas diferenciadas. Se fomenta la intimidad, el contacto entre residentes familiares y amigos. Existen jardines y zonas exteriores

  • Los residentes realizan actividades dependiendo de su grado de autonomía, se realizan fiestas y salidas de forma periódica. SE realizan terapias de estimulación a nivel cognitivo que pretenden mantener las capacidades el mayor tiempo posible también se realizan actividades físicas y talleres ocupacionales. Todo esto en un ambiente de libertad donde cada persona escoge la actividad que desea.

  • Existe tranquilidad en la zona de habitaciones, los residentes pueden acceder a ellas siempre que lo deseen.

  • Los residentes van bien vestidos y no se perciben olores desagradables. El centro es luminoso y está suficientemente ventilado.

  • Comprobar si el centro cuenta con nuevas tecnologías que ayudan a mejorar el servicio Es decir si existen sistemas de avisos al personal y sistemas de localización y seguridad para los residentes.

  • Menús variados y con diferentes opciones de menú. Comedor abierto a familiares y amistades.